En la madrugada del sábado dejó de latir el corazón de Marcelo Campo. Meses atrás le habían puesto dos stents con la intención de que corriera más sangre por sus arterias. Marcelo Campo, a fines de los años 70, se ponía la camiseta número 14 de Los Pumas. Personalmente -si se me permite esta disquisición-, nunca entendí nada de rugby. Pero, hojeando la revista El Gráfico una vez quedé paralizado con un título: “El vuelo del puma”. En un partido contra Inglaterra, Campo recibió la pelota del apertura de entonces, el gran Hugo Porta, y empezó a correr hacia el ingoal con la intención de hacer un try. Enfrente le apareció un jugador inglés. No tenía ningún opción lógica. No había nada que hacer. Sólo chocar y ver cuánto se avanzaba. Sin embargo, Campo rompió todas las estructuras. Saltó lo más alto que pudo y pasó como un avión por encima de la cabeza del rival y cayó dentro del ingoal. Convirtió lo que pasó a ser un try histórico. Como el gol de Maradona a los ingleses. Mágico, osado, sorprendente. Con el tiempo, aquella revista se fue poniendo amarilla; en cambio, el coraje y la sangre de aquel joven puma toma potencia como una enseñanza de vida. Y, en la política, ni qué hablar.
Campo demostró que aún cuando ya no te queda nada por hacer, hay algo más por hacer. Hay una oportunidad. Y, si además hacés lo que nadie espera, terminás logrando el éxito. Los expertos, -coach suelen llamarlos ahora- hablan de la importancia de salirse de la caja. Elaboran profundas teorías disruptivas para triunfar. Campo lo pensó, lo hizo y dejó su enseñanza además de la alegría deportiva que aquel 14 de octubre de 1978 le dio un empate a Los Pumas.
Figuritas repetidas
En la política tucumana no hay “Campos”. Todo es muy lógico, muy acostumbrado. Si un extraterrestre que hubiera estado de visita hace tres décadas y volviera en estos días no se sorprendería mucho. Tal vez le llame la atención como todo se encareció. Hasta las voluntades. Pero seguirá viendo que gana cómodamente el peronismo, que los gobernadores se pelean con los vice en el oficialismo. Que en las elecciones se hacen demasiadas triquiñuelas que terminan siendo curiosidades nacionales. Verá también que la oposición siempre dice que sólo unidos triunfarán pero que nunca son capaces de unirse.
Todo previsible, todo conocido. Nadie se anima a la jugada inesperada. Todos quieren caminar sobre la tierra. Ninguno se atreve a volar como alguna vez lo hizo Campo.
Es que arriesgar, perder, caer en el ostracismo político exaspera a más de uno. El extraterrestre sin problemas podrá adivinar cómo resultarán los comicios de este año.
Idea fija
En el oficialismo seguramente aplicarán un axioma muy futbolero que dice que equipo que gana no se toca. Por eso el gobernador Juan Manzur sigue aferrado a su política de relaciones carnales con Alberto Fernández y ni le importa si Osvaldo Jaldo y la billetera de la Legislatura le hacen cosquillas. Volverá a poner en la delantera a un hombre que lo acompañó hasta en las horas de estudio como Pablo Yedlin y mientras las encuestas le sigan diciendo que está notablemente arriba que los opositores sigue sonriendo. Las vacunas sólo puede alterar su humor, pero al mismo tiempo sabe que tiene como justificativo que la provisión no depende de su gobierno.
Unidos en la discordia
La oposición está condenada a seguir siendo lo mismo. Por ahora nadie salta por arriba del rival. Y, esta semana que nunca más volverá, la orden salió de Buenos Aires. Los adversarios del Gobierno se refugiarán en Juntos por el Cambio y saldrán a la cancha con ese mismo nombre. En la metrópoli hacen grandes esfuerzos por conseguir un criterio de unidad entre radicales, PRO y otras agrupaciones de menor fortaleza.
En Tucumán, el esfuerzo no terminar de fructificar. Se sumaron a Juntos por el Cambio los radicales, PRO, la Democracia Cristiana y Republicanos Independientes que lidera Ricardo López Murphy. Tanto los democristianos como algunos radicales y el mismo Domingo Amaya (hay quienes creen que va perdiendo su tonada tucumana tras sus estadas en la metrópoli) se mantienen en el acuerdo porque Ricardo Bussi (Fuerza Republicana) parece que seguirá el derrotero de siempre: ser un opositor importante que saca los votos suficientes para que el oficialismo no se alarme.
Bussi tiene la puerta cerrada y es muy difícil que entre. En cambio, el lord mayor de la capital tiene la puerta abierta. Germán Alfaro exige demasiado para pertenecer, dicen algunos dirigentes que tienen los pies firmes en Juntos por el Cambio. De todos modos, ni Alfaro deja de dialogar con los sus ex aliados ni éstos descartan que a último momento pudiere haber algún acuerdo. El Partido por la Justicia Social, no obstante, no está dispuesto a negociar la candidatura a senadora de la actual diputada Beatriz Ávila.
Eso, precisamente, lo pudo constatar el mismísimo Alfonso Prat Gay, quien aterrizó en la provincia para tantear el tablero opositor. No dejó que lo subieran al auto del intendente Roberto Sánchez ni al caballo de Mariano Campero. Eligió jugar al tenis para no perderse en el bosque de la dirigencia tucumana. Allí fue toro en rodeo propio y terminó derrotando al intendente de Yerba Buena. Después habló con quien estuvo dispuesto a hacerlo. Tal vez su mayor apuesta era convencer a su amigo del bicentenario Alfaro. Pero el intendente de Capital se mantuvo firme y con dos voleas le dejó claro al ex ministro de Economía de la Nación que no se moverá de donde está parado.
Tal vez el triunfo deportivo lo puso más arriba en el ranking a Prat Gay, quien volvió a Buenos Aires entusiasmado con la posibilidad de contribuir con la casi utópica unidad opositora, pero también con la idea de que podría integrar alguna de las listas de candidatos. Hay quienes piensan en que si es cabeza de lista, podría suavizar las discusiones, mientras que hay otros que sugieren que simplemente acompañe en cualquier lugar para acrecentar el músculo opositor.
En la Casa de Gobierno calculan tener un poco más de un 40% asegurado para los comicios, lo que alcanzaría de sobra contra una oposición desperdigada, cuya mejor lista no conseguirá ni un 20%. En cambio, hay opositores que sueñan con la unidad de Juntos por el Cambio y especulan que si eso les diera un 40% sería como si un puma volara.
Alianza sin espíritu
Pero hasta acá no son muchas las cosas nuevas. En realidad, el tiempo va confirmando las hipótesis. Sin embargo, lo que sí llamó la atención es que CREO (el nuevo partido de la oposición que se formó alrededor del dirigente rural Sebastián Murga), aunque podría estar en Juntos por el Cambio como dueño de casa, ni por la puerta de servicio quiso entrar. CREO se siente a gusto en ese hogar, pero no cree en la forma en que se está poblando la casa. Creen que no basta con que se los invite o les pongan alfombra roja. Hay que tener una lógica –sostienen- para hacer la alianza. Y, según el principal referente, esa lógica no puede ser armar una lista o tener candidatos, sino pensar en serio en 2023 para cambiar las cosas en Tucumán. Sin una lógica determinada no tiene sentido la alianza, insiste. Pero también asegura que debería existir una estrategia o un mecanismo determinado de trabajo. ¿Cómo se elegirán los postulantes? ¿Con qué sistema? ¿Cómo se hará el aporte de fondos para las campañas? Y hasta agrega la pregunta de cómo será la forma de comunicar del espacio.
Sin respuestas a esas preguntas, CREO no cree que tenga sentido la alianza. “No se puede trabajar sólo para las elecciones. Tampoco es posible que se instale que si no sos de Juntos por el Cambio, sos antiinstituciones”, sostiene Murga en una cuidadosa y velada crítica a PRO, que desde Buenos Aires baja el discurso de “la república o la catástrofe”.
Murga, aún convaleciente de la Covid-19, no encontró las respuestas a sus interrogantes, pero hay una certeza que no se dice en la oposición. Las PASO son necesarias para saber dónde están y tendrán que dar pelea en esas internas abiertas si ambicionan fortalecerse. En esa lógica, Murga seguramente se ve candidato. Y entre los intendentes está claro que el auto de Sánchez ya tienen los motores rugiendo, mientras que el caballo de Campero no está ensillado. A ese juego, por ahora, le rehúye el intendente de la Capital.
Cuando Prat Gay dejó la raqueta y entró en las tertulias de café dejó flotando la idea de que ha llegado la hora en la Argentina de que se empiece a pensar en la reforma de la Constitución. Para él sería una de las formas de encontrar consensos que el Congreso; y de que el diálogo inexistente entre los partidos sea superador; y de que aparezcan ideas que permitan construir una concepción nueva de país, compartida por todos.
No se habló mucho del tema porque las preocupaciones son otras. Sin embargo, en distintas oportunidades, esas ideas unen a figuras de la oposición como Murga o como Alfaro, que más de una vez sostuvieron si no se cambian las reglas electorales -entre otras cuestiones de la Carta Magna tucumana- todos seguirá igual dentro de la misma caja.
El vuelo del puma podría ser avanzar con la idea reformista aún cuando suene como música para Manzur o como ladridos para el vicegobernador Jaldo. Se trata de dejar de servirse de la política y empezar a verla como una vocación de servicio.